La inculturación como la Encarnación del Verbo en las diferentes culturas





Según San Juan Pablo II (1985), la INCULTURACIÓN es una forma concreta de la alianza entre Dios y los hombres, es la Encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas, y a la vez, la introducción de estas en la vida de la Iglesia.
Pedro Arrupe SJ (1977), de una manera excepcional, explica que esta encarnación permite ofrecer a todos los valores culturales una misma posibilidad de ponerse al servicio del Evangelio bajo la inspiración del Espíritu Santo, es un diálogo continuo entre la Palabra de Dios y las innumerables formas que tiene el hombre de expresarse. Esto es gracias a la íntima vitalidad del cristianismo, que se puede manifestar a través de las riquezas de las diversas culturas en un proceso constante y universal (Zangrana, 1975). Quienes han recibido la novedad del Evangelio, lo apropian y lo interiorizan de tal modo que lo expresan en su vida cotidiana (Pontificio Consejo de la Cultura, 1989).
La inculturación es un fruto de la actividad misionera de la Iglesia, que permite conocer nuevas riquezas, formas inéditas de pensamiento, de acción y de celebración (Scheuer, 1984). Para esto la cultura debe ser "purificada, elevada y perfeccionada" a la luz del Misterio Pascual, por eso, para que una inculturación sea auténtica debe responder a dos principios fundamentales: la fidelidad al Evangelio y la Comunión con la Iglesia (Redemptoris Missio, n. 54, 1990).
Esta página surge desde la inquietud de una mujer originaria de Humahuaca de no perder de vista los valores cristianos y la historia de las tradiciones religiosas que existen en Jujuy. Se decidió fundar este espacio desde una perspectiva católica, porque gracias al encuentro de los misioneros con los pueblos autóctonos surgió la riqueza cultural religiosa que los abuelos atesoran con fe sublime, pero que cada vez son menos conocidas y desvalorizadas debido a la secularización moderna.
«Toda la vida cristiana está fundada sobre esta realidad sobrenaturalmente maravillosa, en la que hay que profundizar y meditar siempre, y que San Juan expresó en esta sencilla frase “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Dios se hizo semejante a nosotros y quiso encontrarnos a través de nuestros modos concretos de vivir» (San Juan Pablo II, 1980).

Investigadora: Mariana Toconás
-Instaurare Omnia in Christo-






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